miércoles, 14 de octubre de 2009

Un cuento chino

El yate “Sentimientos” matrícula de La Vida navegaba por las aguas tranquilas del mar de la Conciencia. A bordo, Felicidad departía con Melancolía, mientras Vanidad tomaba el sol en la proa, acompañada de Riqueza. Amor a la caña del timón oteaba el horizonte. De pronto, algo reventó en su interior e inclinó la nave, acababa de abrirse una vía de agua y aquel yate de los sentimientos se iba a pique irremisiblemente.
Las pasajeras saltaron rápidamente a los botes salvavidas y Amor, sintiéndose responsable, se quedó a bordo tratando de salvar “Sentimientos” del naufragio que se adivinaba.
“Sentimientos” se hundió, como no podía ser de otra forma, algún tiempo después. Amor luchó denodadamente por mantenerlo a flote sin conseguirlo. Cuando “Sentimientos” se hundió en el mar de la Conciencia, Amor alcanzó a encaramarse a los restos del naufragio y sobrevivir durante unos días.
Empezaba a desfallecer cuando divisó un lujoso yate que se le aproximaba, Amor hizo señas para llamar su atención.
─No puedo rescatarte ─le informó Riqueza desde la borda─, tengo todos los camarotes ocupados, no hay sitio para ti.
Riqueza se alejó, confiaba en que alguien pudiese recogerlo, aquella ruta de La Vida era muy transitada.
Efectivamente pasó Vanidad en un precioso barco de vela pero simuló no haberlo visto: un náufrago en su cubierta restaba glamour a su elegante nave.Tristeza se le acercó y tampoco lo auxilió, bastante tenía con soportarse a sí misma para tener que embarcar al náufrago y escuchar sus penalidades, temía que aquéllas fuesen más tristes que las suyas.
Felicidad cruzó por sus proximidades casi en una nube, tan encantada de sí misma, tan entusiasmada con su propia felicidad, que ni siquiera se fijó en el náufrago.Todas las afecciones morales pasaron por allí y ninguna paró para socorrerle.
Amor se sentó confiado en la tabla, nunca se desmoralizaba.
Lo vio llegar, al principio un punto en el horizonte que le infundió esperanzas. Lentamente, su salvación fue creciendo hasta convertirse en un anciano que bogaba hacia donde Amor se encontraba.
─Sube, chaval, que yo te llevo ─le indicó el anciano extendiéndole la mano para ayudarle a subir.
Cuando llegaron a tierra, Amor estaba tan contento que se le olvidó preguntar al anciano cómo se llamaba. Viéndole alejarse en su barquita, Amor se sentó pensativo en el cantil del muelle. Otro anciano, viéndole preocupado, se sentó a su lado y, tras unos instantes, se presentó.
─Me llamo Conocimiento ─dijo.
Amor le preguntó si conocía al hombre que le había rescatado.
─Oh, sí, se llama Tiempo.
─Dígame, Conocimiento ─preguntó Amor sorprendido─, ¿por qué cree usted que me ha ayudado?
Conocimiento sonrió al sorprendido Amor y le respondió con sabiduría:
─Muy fácil, sólo el Tiempo es capaz de entender lo que vale el Amor.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dicen que el tiempo todo lo cura. Que con el tiempo y una caña todo se pesca. Que el paso del tiemplo es inexorable. Que el tiempo todo lo pone en su sitio. Pero lo más tierno y doloroso es que"sólo el tiempo es capaz de entender lo que vale el amor"

Antonio Ruibérriz de Torres dijo...

El tiempo cura, es paciente e inexorable, e inflexible en su determinación. Sin embargo, el tiempo es nuestro peor aliado, su paso nos deja el gusto amargo de las oportunidades desperdiciadas, sobre todo en el afecto.

Anónimo dijo...

A cierta edad en la vida de los humanos creo que lo más acertado para ser feliz es: no añorar tiempos pasados, olvidar los fracasos, vivir con intensidad cualquier buen momento que nos pueda brindar el día a día y no hacer planes ni tener espectativas para un futuro.

Antonio Ruibérriz de Torres dijo...

Amén hasta lo de no hacer planes ni tener espectativas para el futuro.Planes y espectativas son consustanciales con la vida humana, luego, ocurrirá lo que tenga que ocurrir.