domingo, 16 de enero de 2011

Vivo aquí

El trozo de pizza recalentada en el microondas se descolgaba blando sobre su mano suspendida como los relojes de Dalí, pendiente de la pantalla del ordenador. Estaba furioso, pasaba de un hilo a otro del foro y nadie respondía a sus envíos. Diez de la noche de un 24 de diciembre y sólo un usuario conectado: él. Godspell no daba crédito, ¿cómo podían haber sucumbido a esa absurda tradición de cena y turrones? Él, intelectual de google y wikipedia, látigo fustigador de todo lo que oliese a rancio e incienso, se encontraba solo frente a unos hilos sin respuestas. Maldiciendo las fiestas de invierno, volvió a revisarlos.
A escasos 500 metros en línea recta sobre los tejados, los padres de Godspell cenaban esperando a que al menos los llamase.

Se me olvidó

Se me olvidó
Sí, se me olvidó.
Se me olvidó el ardor de la edad temprana,
ser viento de Levante entre los pliegues de una falda
en busca de tesoros escondidos suaves y de terciopelo.
Se me olvidáron sus ojos o los míos sobre los de ella.
Olvidé ese punto de fondeo atrevido abierto a los cálidos ventisqueros,
hoy me acuno en playas más tranquilas, de aguas monótonas y serenas.
Su olor me persigue como una sombra, aun habiéndolo olvidado.
Se me olvidó que todo aquello estaba olvidado hasta que
ella los despertó con un poema lleno de fuerza, y de vida, y de rabia también,pero de mucha añoranza, esquina a Melancolía.
Me recordó que un día quise así y que alguien también me quiso, aunque haya olvidado su nombre.

Noche en el páramo

Noche estrellada en el páramo,
fría y desamparada,
los lobos aúllan, la luna brilla,
esplendor sobre el collado.
Al raso, ella cruza admirada
el yermo territorio.

Desesperación

No nos toca interpretar, tampoco vislumbrar con claridad meridiana el sentimiento del poeta.
Sentir es lo que se nos está permitido al leer otros sentimientos, figuras poéticas encadenadas que iluminan ráfagas de certidumbres.
No hay mayor desolación que la del marino en medio de la alta mar con un sextante quebrado en sus manos. Esa sensación de inmenso abandono, de aturdimiento que percute las sienes ardientes del músico que no encuentra los acordes en la partitura que yace sobre el atril es similar al de unos pies descalzos por necesidad
En esas coordenadas extraviadas yo siento desesperación, desánimo en el desconcierto de una sonrisa que esperaba cálida y que destroza su moderación.

Atasco y otras miserias

Es penosa la actitud del conductor latino, galleando en un amagar y no dar, mientras oleadas de recuerdos familiares acuden para sostener su cobardía -¡agarradme que lo mato!-. la madre mentada o los nombres de los hijos impresos en la visera del camión. Luego, la impotencia cobarde de unas manos temblorosas, la furtiva lágrima de la vergüenza y el retorno tierno al seno familiar en busca del orgullo perdido en una calle atascada, eso sí, sin dejar de imaginar frías venganzas que nunca se darán.

Amanece

No llames Silencio a la luz del alba que precede al día
Ni Impotencia al leve fulgor del sol naciente
No es Rabia encontrar fresca la mañana, preludio de calor al mediodía
No es Mediocridad lo que encuentro en lo que escribes, amiga mía
Sólo es que amanece un nuevo día

Campanas en la noche

Sofocado de silencios recorro las calles
en un parto descontrolado de deseos.
Acompasa mis latidos el sonido de una campana,
su tañido al alcanzarme me revuelve,
recordándome, amor mío, que camino hacia tu lado.

Mi corazón pierde paso llegada la madrugada.
Buscando mis oídos, la llamada metálica me sofoca,
advirtiendo en su tañer que aún habré de esperar
el calor de unas sábanas tibias ansiosas de barullo.
Metal premonitorio, cuando dejes de sonar
se parará el tiempo del quehacer,
y tu sonido será sustituido por el suave rumor de un te quiero en sus oídos

Divagaciones

Para qué divagar, cuando perdidos miramos buscando una respuesta. La respuesta está en el viento, decía Dylan, pero no es cierto. La respuesta la llevamos con nosotros, la respuesta, la palabra exacta somos nosotros, y nuestro reflejo en la misma vida. Los nubarrones tormentosos pasan mojando la tierra, haciendo florecer la vida.
La mar es mutante y no da más respuesta que su propia cadencia al lamer, una vez tras otra, la arena brillante donde esperas que te responda.
El adios ése que te encharca el corazón, el que te hiela el alma con un beso helado, también es temporal como las mareas de ese mar que contemplas. Tras el adiós helado de la marea vaciante siempre crece un 'hola' radiante, aunque distinto.
La vida crece a nuestro alrededor en todos y cada uno de los detalles.
Tú eres la respuesta que andas buscando, la palabra exacta que no revienta las costuras puesto que no tiene costuras que te limite. ¿La respuesta?, amigo mío, es el adios que cualquiera se merece.

Hoy sólo quiero

Hoy sólo quiero soltar las amarras,
que sea la marea quien me lleve,
navegar suave en la cálida brisa de tu boca
sentir el vaivén de las olas al abrigo de tu vientre

Que tu cuerpo reciba el embate salado de mis besos
En el silencio jadeante de un sofá,
los vaqueros, sorprendidos, nos observan desde el suelo,
cómplices de unas zapatillas que se besan más allá.

Hoy sólo quiero que me quieras,
que alcancen tus silencios la madrugada
mientras rimo versos de amor en tu piel
inspirado por el brillo de tu oscura mirada.